Los niños son, junto con los ancianos, uno de los grupos más afectados por las otitis, una dolencia vinculada con infecciones y hábitos higiénicos inadecuados
El llanto de un niño puede ser la señal de uno de los problemas de salud típicos de la infancia: la otitis. Aunque no es exclusiva de la niñez, constituye una de las dolencias más frecuentes y molestas en esta franja de edad. Pero bajo este término médico, que hace referencia a la inflamación del oído, se agrupan distintos tipos de otitis. Las principales son la externa y la media.
La otitis externa, conocida como otitis de las piscinas o del nadador, consiste en la inflamación del conducto auditivo externo, situado antes de llegar al tímpano. La inflamación abarca la parte de la piel que recubre el oído externo y sus síntomas son picor y un fuerte dolor de oídos. Este malestar se agudiza al tirar de la oreja o a medida que se produce la salida de la secreción purulenta (pus), ya que suelen estar causadas por una infección.
El otro tipo de otitis es el que afecta al oído medio, que se encuentra detrás del tímpano y cuya única comunicación con el exterior se produce a través de la trompa de Eustaquio, un conducto muy fino que llega a la faringe (detrás de las amígdalas). Se origina por una infección que asciende desde la nasofaringe, llega al oído medio y se inflama la capa de la mucosa que recubre el oído medio.
Esta otitis puede manifestarse de dos formas: la otitis media aguda y la otitis media serosa. La forma aguda se produce cuando la mucosidad se acumula en el oído medio por un resfriado y se infecta por distintas bacterias (pus). Entre sus síntomas puede aparecer fiebre (aunque no siempre), dolor de oídos (que se agudiza por la noche) e, incluso, la salida de pus y perforación del tímpano, un síntoma que, según un artículo de Julio Guerrero-Fernández, del Hospital de la Paz, Madrid, no es peligroso porque cicatriza solo. Los niños pequeños experimentan el dolor de forma más aguda al masticar o deglutir alimentos. Cuando la otitis y la supuración característica de esta infección persisten durante meses se la denomina otitis media aguda persistente o crónica. Y, si estas otitis aparecen muy a menudo, se denominan otitis medias agudas recurrentes.
La forma serosa, a diferencia de la media aguda, no es una infección y no provoca fiebre sino que es una acumulación de moco claro en el oído medio. La gran diferencia es que no produce dolor, pero sí hipoacusia o sordera, zumbidos o sensación de presión en el oído. Esta forma está causada por la estrechez de la trompa de Eustaquio, que dificulta la salida del moco. Cuando no provoca los síntomas descritos, como sordera, se corrige por sí sola, ya que la trompa se va ensanchando con la edad.
Se estima que antes de los tres años, más de la mitad de los niños han sufrido una otitis media
Factores de riesgo y medidas preventivas
Algunos factores de riesgo de las otitis externas son la humedad ambiental, la natación, la sudoración excesiva, la exposición a una temperatura ambiental elevada y al agua contaminada, tener una inadecuada higiene de los oídos o intentar sacarse el cerumen con movimientos enérgicos, sufrir traumatismos locales al intentar extraerlo con bastoncillos o debido al uso de auriculares -al taponar los oídos producen una acumulación de cerumen- o padecer enfermedades inflamatorias crónicas como el eczema, la dermatitis seborréica o el acné. Las medidas que se deben adoptar para prevenirlas son utilizar el gorro o tapones para nadar, evitar la humedad en el conducto auditivo externo y limpiarlo enérgicamente.
Entre los factores de riesgo de las otitis medias figuran la edad (más frecuentes en los dos primeros años de vida), la asistencia a guarderías, la lactancia artificial, el humo del tabaco, el uso del chupete, tener antecedentes familiares y ciertos factores genéticos, la posición que se adopte durante el sueño, la estación del año, las alteraciones inmunológicas y las enfermedades asociadas.
A cada diagnóstico, su tratamiento
La época del año en la que aparecen, la presencia o no de fiebre, la mucosidad y la pérdida o no de audición son buenas pistas para saer qué tipo de otitis se padece, aunque el diagnóstico definitivo deben realizarlo los pediatras u otorrinolaringólogos con el otoscopio, un instrumento que permite explorar el canal auditivo y valorar el tímpano.
El caballo de batalla: la higiene del oído
El mayor reto de los otorrinolaringólogos es la higiene adecuada de los oídos, tarea en la que suspende buena parte de la población. Una de las consignas más difundidas en los últimos años por la comunidad científica es la importancia de evitar el uso de bastoncillos rematados por algodoncillos (hisopos) para limpiarse los oídos. Esta costumbre, muy arraigada en la población, en muchas ocasiones desde la infancia, sólo consigue empujar el cerumen y compactarlo hacia el interior del oído, provocando tapones y haciendo aún más dificultosa su extracción. Hay que evitar cualquier instrumento que presione el cerumen y no usar utensilios punzantes, como las uñas, bolígrafos u horquillas (pinchos), ya que todo ello puede causar heridas, perforaciones e, incluso, una infección que conduce a la dolorosa otitis.
Los otorrinolaringólogos proponen que se laven durante el baño o ducha, inclinando la cabeza para permitir que el agua entre en el pabellón auricular y reblandezca el cerumen. Esta práctica debería realizarse en días alternos, lo que evitaría que se acumule un exceso de cera que podría provocar taponamientos e infecciones y, al mismo tiempo, que se forme la cantidad de cera necesaria que tiene un efecto protector de los oídos. Otro método útil de higiene, junto al agua de la ducha, es recurrir al uso de difusores de agua marina, que permiten reblandecer los tapones de cera y que se autoeliminen, según ha difundido este año el Decálogo de la Higiene del Oído, de Esteve y el Hospital Clínico de Barcelona.
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