La violencia constituye un grave y complejo problema social que ha afectado desde siempre a los individuos de todas las comunidades.
Una mayor sensibilidad de la sociedad en su conjunto tal vez a partir de una mayor difusión en los medios de comunicación han contribuido a tornar la violencia en sus diferentes formas un fenómeno más visible y menos naturalizado.
Numerosas investigaciones señalan que las relaciones de violencia comienzan desde el noviazgo, identificando conductas del hombre hacia la mujer tales como:
- la presencia de celos desmedidos,
- las exigencias exageradas,
- la intención de control,
- la vigilancia o crítica continuas.
La imposición especialmente en la sexualidad y recursos como el chantaje y las amenazas podrían alertar sobre una relación de desigualdad, sin mencionar, obviamente, la presencia de episodios de violencia física, aún a “pequeña” escala, como empujones, moretones o gritos.
Las adolescentes mujeres entre los 14 y los 23 años constituyen un grupo etáreo de alto riesgo y vulnerabilidad.
La detección precoz dentro del ámbito familiar y la consulta temprana con profesionales especializados son factores claves en el tratamiento y abordaje psicoterapéutico tanto individual como grupal del problema.
La desigualdad de género, la violencia y el abuso de poder hacia la mujer constituyen la raíz y el origen de este problema.
Una mayor sensibilidad de la sociedad en su conjunto tal vez a partir de una mayor difusión en los medios de comunicación han contribuido a tornar la violencia en sus diferentes formas un fenómeno más visible y menos naturalizado.
Numerosas investigaciones señalan que las relaciones de violencia comienzan desde el noviazgo, identificando conductas del hombre hacia la mujer tales como:
- la presencia de celos desmedidos,
- las exigencias exageradas,
- la intención de control,
- la vigilancia o crítica continuas.
La imposición especialmente en la sexualidad y recursos como el chantaje y las amenazas podrían alertar sobre una relación de desigualdad, sin mencionar, obviamente, la presencia de episodios de violencia física, aún a “pequeña” escala, como empujones, moretones o gritos.
Las adolescentes mujeres entre los 14 y los 23 años constituyen un grupo etáreo de alto riesgo y vulnerabilidad.
La detección precoz dentro del ámbito familiar y la consulta temprana con profesionales especializados son factores claves en el tratamiento y abordaje psicoterapéutico tanto individual como grupal del problema.