Comunicación y salud laboral

Por Claudia Agramonte Saba - -


Las relaciones en el ambiente de trabajo dependiendo más o menos del tipo de empleo que tengamos de todas formas van a repercutir en forma importante en varios aspectos de nuestro desempeño así como de la satisfacción y reconocimiento que podamos tener del mismo.

Es que por más que tengamos una muy buena formación profesional y un currículum envidiable, si no tenemos un buen vínculo y relación con nuestros compañeros de trabajo pues seguramente no nos irá de la mejor forma. Tal vez podamos tener suerte al principio y con malos vínculos en el empleo no lo notemos pero a la larga sentiremos algunos problemas que nos terminarán por arruinar en nuestro desempeño y en todo aspecto relacionado con el empleo en el cual nos desenvolvamos.





En la comunicación en el ámbito de las relaciones laborales, nos debemos centrar en lograr que determinados mensajes lleguen a todos los destinatarios pretendidos con la mayor objetividad posible. Sólo planteándonos la comunicación desde una perspectiva estratégica podremos afrontar con cierta solvencia situaciones críticas.

Somos muchos los profesionales que con el transcurso del tiempo y, sobretodo, con la experiencia diaria, nos damos cuenta de la importancia que debe darse a la comunicación en el mundo de las relaciones laborales, además del propio de recursos humanos y de la empresa en general. En este sentido, es fundamental distinguir el público receptor de la información o mensaje a transmitir, y adecuarse en consecuencia a su nivel de interlocución, pues generalmente está alejado del ámbito de toma de decisión o incluso del de la propia negociación.


La comunicación es trascendente. Tal afirmación cobra mayor importancia cuando estamos negociando con una contraparte que emite y comunica con asiduidad toda aquella información y mensajes que realmente pretende transmitir a sus representados, obviando –en ocasiones- la parte menos atractiva de la información emitida. Es en esas situaciones de cierta tensión propia de la negociación colectiva, donde el mensaje que se pretende transmitir por una de las partes (generalmente la Dirección de la empresa), en ocasiones llega tergiversado o distorsionado, o incluso anulado.

Por ello cuando nos planteamos la razón de ser de la comunicación, que generalmente implica mayor esfuerzo (adicional a la carga habitual de trabajo), debemos partir por definir qué objetivo pretendemos lograr –asumiendo que estratégicamente está decidido y se apuesta por la comunicación-. Así, en función del objetivo a lograr, será fundamental el tiempo, la agilidad y la celeridad en realizar y emitir la comunicación con el mensaje a transmitir.





Es el caso claro que comentábamos de la negociación colectiva. El tiempo de reacción es fundamental y puede dejar inoperante el comunicado que hayamos preparado concienzudamente. Tal situación, en ocasiones no es del todo negativa, pero puede llegar a ser contraproducente, momento que entonces se vuelve en nuestra contra.

Emitir mensajes fuera de los tiempos marcados entraña su riesgo, pues como bien reza el dicho: somos dueños de nuestras palabras, a lo que deberíamos añadir, y responsables de nuestras acciones: si estamos negociando y estamos manteniendo un calendario de reuniones o de acontecimientos previstos, no deberíamos emitir comunicados que no informen de la última de las reuniones mantenida (además de las anteriores, si ello tiene sentido), pues será extemporánea y puede provocar reacciones contrarias al buen clima negociador si ya se han alcanzado acuerdos parciales sobre la materia objeto de negociación, además del desconcierto propio del destinatario de la comunicación.


Otro elemento que deberemos analizar y considerar profundamente es el destinatario al que se dirige la comunicación, pues deberemos adecuarnos al nivel de interlocución y lenguaje existente, -marcando incluso el tono del propio mensaje para transmitir emociones si es el caso-, así como a los medios disponibles para llevar a buen cauce la comunicación pretendida.


Para ello será preciso contar con un mapa de públicos al que podemos dirigir el mensaje y que lo interpretará. El mapa de públicos puede determinar igualmente el medio a través del cual comunicamos: verbal o escrito, pues no es lo mismo dirigirse a una asamblea de trabajadores con comunicados verbales claros y directos, que emitir un comunicado y exponerlo en un tablón de avisos, aunque el efecto que se pretenda lograr sea el mismo.

Al mismo tiempo que definimos cómo debe ser nuestra comunicación en el ámbito de las relaciones laborales, debemos considerar elementos tales como la necesidad, la oportunidad, la estrategia, la historia (cómo se ha afrontado situaciones pasadas similares a la actual en el pasado), la obligación (en términos individuales para el responsable o responsables de la emisión de la comunicación), así como la reactividad o proactividad en cada momento, y los medios o herramientas a nuestra disposición, elementos todos que deberemos ubicar en el mapa de públicos previamente identificado.


Sólo planteándonos la comunicación desde una perspectiva estratégica y considerando todas las vertientes que implica (aquí hemos citado algunas de ellas), podremos afrontar con cierta solvencia situaciones más o menos críticas. Una buena comunicación nos permitirá posicionarnos en aquellos temas y aspectos debatidos o a debatir, procurando cubrir todo el espectro de destinatarios, evitando la pérdida por el camino, creando desinformación -cuando llegan- o incluso, falta de credibilidad y falta de solvencia cuando ya se ha formado una opinión sobre un tema concreto.