Una de las estrategias terapéuticas para tratar este trastorno de la deglución consiste en modificar la textura de los alimentos
Las personas mayores sanas sufren, con relativa frecuencia, una dificultad para tragar alimentos sólidos o líquidos denominada disfagia. Es una consecuencia del proceso de envejecimiento que afecta a la musculatura e inervación del esófago, la parte del tracto digestivo que permite el paso de los alimentos de la boca al estómago. Las características fisiológicas que se asocian a este proceso son muchas, aunque varían entre los individuos ya que los diferentes órganos y sistemas pueden envejecer a distinta velocidad. Dentro de la individualidad, sin embargo, los procesos y las secreciones digestivas suelen quedar afectadas de forma generalizada.
Identificar los síntomas a tiempo
Los trastornos de la deglución se caracterizan por debilidad o incoordinación de los músculos de la boca y de la garganta, disminución de la sensación de ambas o déficits de los nervios motores y sensitivos que impiden masticar o deglutir tras una lesión neurológica. Los síntomas son babeo, retención de la comida en la boca, tos después de tragar, borboteo y una sensación de "nudo en la garganta". Cuando esta dificultad afecta al consumo de líquidos se compromete la hidratación de la persona. Esta circunstancia obliga a pensar en formas distintas de ingerir líquidos.
Adaptar la dieta
El tratamiento de la disfagia es fundamental. La evaluación y el correcto diagnóstico de este trastorno tienen como objetivo la consecución de una alimentación semejante a los patrones considerados normales. Si la modificación de la textura de los alimentos es correcta, se consigue prevenir a la vez la desnutrición, la deshidratación y las complicaciones respiratorias. Esta modificación se realiza a través de soluciones dietéticas tradicionales o mediante preparados de venta en farmacias.
Hay productos especiales que se añaden a los líquidos para obtener texturas más espesas
La disfagia ante líquidos obliga a prescindir de los alimentos con doble textura, como el caldo con fideos o tropezones, carne picada con caldo, fruta en conserva con jugo o copos de cereales con leche. Se han de seleccionar los alimentos que forman un bolo consistente dentro de la boca y no se deshacen en partes, como el plátano, el puré de patatas espeso, los flanes y otros productos sólidos.
Para tomar suficientes líquidos conviene optar por las gelatinas de diferentes sabores. La disminución de la producción de saliva y la sequedad bucal se compensa si se humedecen los alimentos con pequeñas cantidades de líquido (salsas, mayonesa o margarina). Se comercializan productos especiales espesantes para agregar a los alimentos líquidos y semisólidos, tanto en frío como en caliente.
Estos productos pueden tener diversos sabores o un gusto neutro y están diseñados con un estudiado aporte de todos los nutrientes necesarios, por lo que ayudan en la correcta nutrición del paciente. Las texturas más frecuentes son dos: normal, similar a las natillas (consistentes pero resbalosas), y espesa, con aspecto pastoso, como la consistencia de un flan o de un pudin.
CUIDAR LA POSICIÓN
Durante las comidas es muy importante que la persona se siente en una posición correcta para mantener un buen alineamiento del canal alimentario. La deglución se facilita con la flexión. Así se favorece el curso de la digestión y se evita el reflujo de la comida. En la mesa, hay que sentarse con las caderas flexionadas en un ángulo de 90 grados, la espalda recta y los pies apoyados en el suelo.
El paciente debería estar incorporado de 15 a 30 minutos, tanto antes como después de las comidas, para disminuir el riesgo de aspiración. Si se come en la cama, se aconseja elevar la cabecera y colocar almohadas detrás de la persona para conseguir la flexión de 90 grados de la cadera y el cuello.
COMPLICACIONES
La disfagia provoca complicaciones severas por aspiración, como la neumonía, una patología muy grave debido a su elevado riesgo de mortalidad. La dificultad para tragar y el miedo al atragantamiento favorecen que las personas coman poco o no coman las cantidades que precisan. Estas prácticas aumentan las posibilidades de desnutrición y suponen un empeoramiento general de la calidad de vida del paciente.
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