Todo depende de cómo se vean las cosas

Por Claudia Agramonte Saba - -



La tendencia a ver el lado negativo de las cosas y la tendencia a ver preferentemente el lado positivo son actitudes que no sólo influyen en nuestros estados de ánimo sino que terminan afectando a los resultados de lo que hacemos. Es ya un tópico describir a los optimistas como pesimistas mal informados, o como ingenuos que no captan todos los aspectos de la realidad, o como ilusos que antes o después se rendirán a la evidencia de que la vida es un cúmulo de problemas tan frecuentes como de difícil solución. Pero ser optimista no equivale a ser frívolo o inconsciente.

Optimista es quien percibe lo bueno de cada circunstancia y quien a partir de esa percepción es capaz de optimizar las posibilidades que cada situación plantea. Una de las verdades más profundas de la psicología humana la refleja el viejo proverbio de que "nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira".

Una misma situación percibida por dos personas puede adquirir una dimensión muy diferente. No se puede afirmar categóricamente "esto es así", es más adecuado el planteamiento "yo esto lo percibo así", porque la forma en que hemos aprendido a interpretar la realidad va a condicionar nuestro estado de ánimo y éste el enfoque que daremos a nuestra vida




Las dificultades podemos verlas como oportunidades para hacernos más fuertes y mejorar nuestra autoestima

En realidad, existen casi tantos puntos de vista como personas, en tanto que cada uno somos diferentes de los demás. Pero en una clasificación muy sencilla y quizá un poco reduccionista podemos distinguir entre optimistas y pesimistas. Las personas pesimistas interpretan la realidad desde su lado más negativo, y las optimistas perciben lo mejor de cada situación, lo que no quiere decir que ignoren lo malo. El pesimista no sólo tiene el sufrimiento garantizado, sino que con su actitud difícilmente va a aportar soluciones constructivas a los problemas. En cambio, los optimistas tienden a vivir más felices y superan con más facilidad las complicaciones





Hay que elegir

Simplificando, se trata de optar, de decidir qué tipo de pensamientos y actitudes nos resultan más convenientes. La vida cotidiana se empeña en proporcionarnos a menudo situaciones difíciles de sobrellevar y de superar. Esto nadie lo duda. Pero el pensamiento positivo nos ayuda a gestionarlas, porque es constructivo y enfoca las relaciones humanas de una manera más equilibrada, ya que se basa en la convicción de que todo puede ir mejor si nosotros ponemos de nuestra parte una actitud positiva. Ser pesimista amarga el carácter y enturbia nuestras relaciones. Además, esta actitud habitualmente esconde la falta de confianza en uno mismo y en los demás. "Qué más quisiera yo que ser optimista, pero la vida me ha hecho ser realista". Esta afirmación casi siempre oculta una renuncia al cambio, que se basa en que las personas son como son y en que es inútil esforzarse por cambiar el carácter y la actitud de la gente. Nada más falso.


Hay que reconocer que todos tenemos un componente genético difícil de modificar, pero la personalidad se compone también de conductas aprendidas y sobre estas sí se puede actuar. En eso consiste el proceso de mejora de la personalidad que, aunque en lo básico se construye en los primeros años de vida, puede cambiarse. Por mucho que creamos ser de un modo determinado, si echamos un vistazo a nuestros cinco o diez últimos años de vida contemplaremos cómo han evolucionado nuestras actitudes ante los diversos acontecimientos ocurridos. Y si la vida nos cambia, normalmente, a más serios y circunspectos, ¿por qué no podemos modificar voluntariamente nuestra manera de ver las cosas, para poder vivir más positivamente?



Ser optimista equivale a vivir mejor

Buscar el lado positivo de las cosas ayuda a sentirnos mejor, hace surgir sentimientos de bienestar y proporciona fuerza y energía para enfrentarnos a las situaciones difíciles. Fijarse en las cosas buenas de la vida es una actitud, que puede ser cultivada y trabajada.

Veamos algunas pautas:

• Cuando percibimos algo como exclusivamente negativo, dudemos de ese pensamiento. Ha de haber algún modo de hallar algo positivo a la situación o, al menos, a relativizar su gravedad.

• Cuando nos veamos atrapados en un callejón sin salida, no reaccionemos inmediatamente. Detengámonos, reflexionemos y busquemos alternativas.

• Hagamos frecuentemente inventario de todo lo bueno que tenemos, que es mucho. Recordemos cuántas personas están peor que nosotros.

• Escuchemos a quienes nos quieren y nos valoran tal y como somos.

• Utilicemos pensamientos constructivos: "quiero", "puedo","soy capaz". Recordemos situaciones a las que respondimos positivamente.

• No aceptemos pensamientos como "a mis años no puedo cambiar".

• Admitamos nuestros errores. Sólo quien se equivoca está vivo de verdad. Los que nunca se equivocan, cometen la mayor de las equivocaciones porque no asumen riesgos: consciente o inconscientemente, se han rendido, han dicho "me planto".

• Las dificultades son oportunidades que nos da la vida para fortalecernos. De esas batallas podemos salir reforzados y con una mayor autoestima.
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