Morderse las uñas, un riesgo para la salud

Por Claudia Agramonte Saba - -


Los especialistas consideran que morderse las uñas es un recurso para reducir la ansiedad, la inseguridad, la depresión o la angustia

Las manos forman parte de la tarjeta de presentación de las personas y son, en este caso, prueba irrefutable de que quien las estrecha sufre onicofagia. Este es el término médico que designa la costumbre de morderse y comerse las uñas. Catalogado popularmente como manía, tic, acto reflejo o pura rutina, es en realidad un trastorno nervioso asociado a la ansiedad. Quienes se muerden las uñas lo hacen porque piensan que algo placentero como roer una uña o juguetear con ella les aportará una dosis de tranquilidad. Por eso, desvían el desasosiego hacia esta práctica que por momentos se convierte en relajante y en una distracción fácil.

Pero, ¿por qué se hace? El motivo no es otro que la ansiedad. Cuando la persona no ha encontrado otros mecanismos alternativos para paliar o, al menos, controlar este trastorno, el hábito de morderse las uñas se convierte en una válvula de escape eficaz, aunque patológica, de reducir la tensión por un momento.

Se calcula que la onicofagia, afecta a un 45% de los niños y a un 10% de los adultos. Más allá de los efectos estéticos que provoca, los especialistas coinciden en que este acto, casi involuntario, es un síntoma de ansiedad, inseguridad, depresión o angustia.

Acostumbra a solucionarse con el paso de los años y se recomienda no preocuparse más de la cuenta. Pautas sencillas, destinadas a eliminar el hábito de forma progresiva y sin traumas, son mucho más efectivas que las prohibiciones o el hecho de convertir la costumbre en un problema grave.

Con el tiempo, esta costumbre se convierte en un acto reflejo inconsciente y automático, por lo que cada vez resulta más difícil dejarlo, sobre todo, ante situaciones de estrés, nerviosismo, angustia o insatisfacción personal. Afecta por igual a ambos géneros y, aunque no es grave, se considera un problema médico sin resolver. Se desarrolla entre los 4 y los 6 años de edad. Su tasa aumenta conforme se acerca la adolescencia, con un pico entre los 10 y 11 años. A partir de esta edad la frecuencia disminuye, sobre todo, entre las chicas.

En general, el hábito se abandona por propio deseo o porque los amigos del afectado se dan cuenta y les avergüenza enseñar unas uñas mal cuidadas. Se cree que el motivo de esta diferencia entre chicos y chicas en estas edades es estético. Ellas empiezan a preocuparse por la belleza de sus manos y, por tanto, son las primeras que piden ayuda para resolver esta costumbre, hacia los 13 años.


Afección de la salud general

No obstante, más allá de ser un problema estético, la onicofagia puede afectar a la salud y tener consecuencias en otras partes del organismo. En las propias uñas, el continuo mordisqueo causa un mal crecimiento de las mismas. Se crean microtraumatismos que alteran la anatomía del lecho ungueal, la parte que está por debajo de las uñas. También se ocasionan pequeñas heridas alrededor de ellas, que provocan inflamación y dolor en el dedo. Se forman repelones y verrugas periungueales. También se puede ver afectado, incluso, el día a día de los niños, con dificultad para realizar movimientos que requieren un largo mínimo de uña, como recoger una moneda del suelo o separar cinta adhesiva.

Casi una cuarta parte de los pacientes con dolor en ciertas articulaciones mandibulares se muerden las uñas

La onicofagia puede provocar alteraciones en los dientes. El repiqueteo constante de un incisivo contra el otro (inferior y superior) hace que se desgasten y que las piezas dentales queden como recortadas. Los investigadores del trabajo reciente añaden otras modificaciones como: mala oclusión de los dientes anteriores, infecciones parasitarias intestinales, bacterias, virus, hongos o cándidas en la uña que, en muchos casos, se trasladan a la mucosa oral, o destrucción alveolar. Por otra parte, cerca de una cuarta parte de los pacientes con dolor en las articulaciones temporomandibulares se muerden las uñas, por lo que varios estudios han relacionado ambas afecciones.

Evitar el sentimiento de culpa

Tratar la onicofagia no es fácil. Muchos progenitores intentan solucionar el problema con castigos, someten a los niños a presión y les reprenden cada vez que se las muerden. No obstante, estos intentos a menudo no son eficaces. Debido a que es un problema con origen en el sistema nervioso, darle demasiada importancia puede provocar el efecto contrario y crear un círculo vicioso de difícil salida. Los expertos recomiendan diversas acciones que ayudan a abandonarlo de forma progresiva y pausada. Con frecuencia, se soluciona con el paso del tiempo y con mucha voluntad, sin necesidad de ninguna intervención específica.

Una de las primeras recomendaciones es lograr que el niño comprenda el problema. Se le puede explicar que, en ocasiones, las personas se muerden las uñas cuando están muy preocupadas, molestas o nerviosas. Se intentan detectar los momentos más susceptibles, como durante la visita de personas ajenas, cuando conoce a alguien nuevo o cuando le cuesta entender algo, entre otras. Hacerle consciente de estos momentos puede ayudarle a controlar mejor las tensiones que experimenta.

También se puede hacer algún tipo de pacto, por el que se dará una recompensa si el niño deja de mordérselas durante, al menos, una temporada. Resulta útil el uso de sustitutos en momentos clave, incitadores a la onicofagia, como comer un chicle sin azúcar o masticar una zanahoria. Mantener las manos ocupadas con otros objetos en momentos de tensión es efectivo. Si el niño aprende técnicas de relajación podrá controlar esa tensión, un aspecto básico para el cese de la costumbre. Por último, siempre con el consentimiento del afectado, se puede poner alguna sustancia amarga que ayude a disuadirle de llevarse las manos a la boca.

La Sociedad Española para el Estudio del Estrés y la Ansiedad (SEAS) recomienda a los pacientes evitar el consumo de alcohol y café, además de practicar técnicas de relajación como el yoga, que ayudan a reducir el estrés. Si el hábito persiste, es necesario recurrir a la terapia psicológica. Cuando el niño se las muerda con agresividad, tanto que acabe por romperlas y provoque sangrado, es necesario consultar con el médico. También cuando están azuladas, deformadas, torcidas o pálidas, con crestas horizontal o líneas blancas, o sean blancas por debajo de la uña, ya que estas señales pueden ser indicativas de una enfermedad subyacente.



Indicador del estado general de salud

La función de las uñas es proteger los tejidos de pies y manos gracias a la proteína endurecida que las forma, la queratina, que también se localiza en el pelo y en la piel. Además, son un buen indicador del estado general de salud. Unas uñas saludables son lisas y de color uniforme. Por el contrario, diversos estados de decoloración pueden sugerir ciertas enfermedades, infecciones, lesiones o intoxicaciones. Las líneas de Beau -marcas acanaladas que se extienden de un lado a otro de la uña- pueden ser resultado de una enfermedad pasada, una lesión de la uña o una situación de desnutrición.

Si son frágiles o quebradizas, además de ser un síntoma de envejecimiento, puede ser culpa de algunas enfermedades, como hipertiroidismo o hipotiroidismo; con crestas (líneas pequeñas y levantadas que se desarrollan en la parte superior e inferior de la uña) levantadas, delgadas y cóncavas, sugieren anemia ferropénica.

Los hongos o levaduras causan cambios en su color, textura y forma, así como las infecciones bacterianas que pueden, además, causar la pérdida de la uña. Los virus que provocan verrugas, ocasionan también cambios en su forma. Otras enfermedades que se insinúan en las uñas son las que afectan a la cantidad de oxígeno en la sangre y que provocan que éstas se curven hacia abajo; algunas nefropatías y enfermedades hepáticas; la psoriasis, que puede causar hendiduras, onicólisis y distrofia de la uña; la amiloidosis sistémica; y ciertas deficiencias de vitamina, entre otras. La intoxicación por arsénico (que causa líneas blancas y crestas horizontales) o la ingesta de plata (que provoca una coloración azulada) son también visibles a través de las uñas.



ALGUNOS TRUCOS PARA ADULTOS

Para un adulto, las uñas son una carta de presentación en muchos ámbitos, como el afectivo o, sobre todo, el laboral. Por este motivo, si no se desea causar mala impresión, se debe abandonar el hábito. La solución más frecuente es aplicarse un barniz de gusto amargo. Sin embargo, no hay estudios concretos y fiables al respecto. Estos preparados pueden adquirirse en farmacias, aunque también pueden frotarse con vinagre, zumo de limón o ajo todas las mañanas al levantarse. 
Otras recomendaciones que ayudan a controlar la onicofagia son:
•    Mantener las manos ocupadas (con un libro, pelota pequeña o llaves) o mascar chicle.

•    A algunas personas les beneficia el hecho de colocarse recordatorios en las manos, como un anillo, o taparse las uñas con cinta adhesiva.

•    Poner atención en uñas y manos: hacerse la manicura, hidratarlas o darles una capa de esmalte.

•    Llevar siempre una lima de uñas: ante una pequeña rotura, se puede eliminar el trozo sin caer en la tentación de morderlo. Luego cuesta detenerse.

•    Realizar una fotografía una vez que se logre tener unas uñas "idóneas" y dejarla en un lugar visible para intentar no caer en la tentación.

•    Buscar el soporte de personas allegadas ante cualquier intento de morderse las uñas, para que se percaten cuando la persona se lleve las manos a la boca o detengan la acción. No obstante, a menudo, cuesta aceptar la corrección constante, por lo que es mejor pedir este favor a personas de confianza.